Salvo algunas enfermedades muy avanzadas o con deterioros irreversibles, necesariamente tratados en esos casos con analgésicos y antiinflamatorios paliativos, la mayoría de las dolencias, lesiones y enfermedades del esqueleto y tejidos integrantes pueden recuperar la total o parcial normalidad prescindiendo de los fármacos y sus efectos nocivos merced, una vez más, a los tratamientos combinados integrativos: osteopatía estructural, funcional o craneal, acupuntura, reflexoterapia tisular, ejercicios indicados para cada caso, específicos por vía externa e interna, higiene de vida y nutrición.
Con esta aseveración nada presuntuosa y sí esperanzadora para muchos, comenzamos este capítulo que vamos a dedicar a esa parte de nuestro cuerpo que nos traslada, que nos permite caminar, correr, subir, bajar, agacharnos, saltar, levantar pesos, y, en fin, llevar a cabo toda clase de tareas: de trabajo, de obligación, de diversión, de placer.
Nuestro esqueleto y nuestros músculos, a los que en muchos casos no educamos debidamente durante los primeros años de nuestra vida, se deterioran y degeneran prematuramente: la osteoporosis, la artrosis, la artritis, el reuma, la fibromialgia, la espondilitis, tendinitis, hernias discales, etc., privan a tanta gente del bienestar y de la independencia.
Estamos acostumbrados, nos parece normal, que las personas de cierta edad —70, 80, 90 años— padezcan de reuma, artrosis, artritis, osteoporosis, osteoartritis, artritis reumatoide y otras degeneraciones y deformaciones del aparato locomotor.
Y, cierta y lamentablemente, un porcentaje muy alto de nuestros mayores están ralentizados y disminuidos por todas esas enfermedades del esqueleto que imposibilitan hacer una vida normal y que les hacen sufrir doblemente: física y psicológicamente, además de suponer una verdadera carga para la familia y para la sociedad.
Y aunque, indefectiblemente, nuestra máquina de carne y hueso, al cumplir años, es más proclive a padecer este tipo de desajustes, no por ello debemos creer que a esas edades estamos condenados a llenarnos de achaques y dolores y a privarnos de una vida activa. Esto no debiera ser así a no ser que repitamos continuamente las mismas barbaridades que ya nos avisaron anteriormente.
Hay otro sector de población que, a pesar de su juventud, sufre dolores y limitaciones a causa de traumatismos, accidentes, infecciones, enfermedades mal curadas, por dormir sobre una fuerte alteración telúrica, por iatrogenia, drogas o por otras causas desconocidas, y quedan etiquetados con enfermedades como espondilitis, hernias discales, radiculitis, deformaciones de la columna vertebral, fibromialgia y otras lesiones no específicas.
Un hombre o mujer que sepan cuidarse pueden estar estupendos, si se lo proponen, a los 80, a los 90, incluso a los 100, a nada que tengan una mediana-buena genética.
Tendrán arrugas, no podrán subir corriendo una montaña, no deberán hacer grandes esfuerzos ni correr maratones, pero sí podrán tener una buena calidad de vida y disfrutar de otros muchos placeres.
Un cuerpo cuidado es un cuerpo que responde con fuerza y vitalidad… porque moverse es vivir, y vivir bien es la meta.
– ¡Un saludo! Pedro
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